4 de diciembre de 2005

Operación "Friki"


Cuando comencé la universidad, allá por 2001, pensé que, como en todo, encontraría amigos y amigas nuevos. En cada una de las etapas de nuestra vida conocemos gente, gente con la que congeniamos (a veces), gente que se transforma en gente amiga, y gente que pasa por nuestra vida sin darnos mucho la lata (y que es mutuo).
Pero también hay gente que conoces a la que desearías olvidar, porque congeniaste con ella (o quizá eso creías) y un día de repente todo se vino abajo.
De forma idéntica sucederá el resto de la vida. Siempre hay quien, aun a tu pesar, echará espumarajos por la boca cuando hable de ti. Y tú también los soltarás. Y a veces pensarás que la inmadurez gana siempre, porque somos tan primitivos que no somos capaces de dar ejemplo práctico de la optimización, racionalización, sinergia y eficiencia que preconizamos teóricamente, principios alrededor de los cuales giraremos toda nuestra vida profesional, traspasando a veces la barrera de lo profesional y aplicando análisis marginalistas de este tipo a nuestros problemas personales.
En los dos primeros años de la licenciatura todo fue bien, o aún mejor. Éramos un grupo diverso, pero funcionaba a la perfección. De hecho estábamos ya traspasando la frontera de lo profesional, y nos considerábamos amigos (al menos, por mi parte, pensé así). Y en los cuentos aprendidos de nuestra infancia, la amistad es un bien precioso. El problema es cuando a cualquier cosa la llamas amistad.
Tercero comenzó como continuación perfecta de primero y segundo, un mundo idílico en el que todo en nuestro entorno era maravilloso y utópico. Nada podría con esta amistad.... excepto la competencia.
La ansiedad es una emoción natural, presente en todos los humanos, que resulta muy adaptativa pues nos pone en alerta ante una posible amenaza; sin embargo, a veces se vive como una experiencia desagradable (emoción negativa), especialmente cuando alcanza una elevada intensidad, que se refleja en fuertes cambios somáticos, algunos de los cuales son percibidos por el individuo; además, esta reacción, cuando es muy intensa, puede provocar una pérdida de control sobre nuestra conducta normal.
Y 8 personas perdimos el control sobre nuestra conducta normal (quizá no todas, pero el resultado final fue el mismo que si lo hubieran perdido todas, puesto que las personas que aparentemente no lo perdieron-perdimos- tampoco hicimos nada para remediar una situación que nos afectaba a todos). La situación inusual (y nueva) de ansiedad sacó lo peor de cada uno de nosotros. La diferencia es que existía una clara posición dominante por una de las partes, que no se cansó ni un solo momento de hostigar a la otra parte (en la que me incluyo).
El hombre es un lobo para el hombre. Las situaciones de ansiedad se prolongaron en los dos últimos años de universidad, atenuadas por las épocas de prácticas en empresas, en las que (por fortuna) apenas nos veíamos el pelo. Los últimos meses vinieron a ser como el séptimo infierno de Dante.
Me considero una persona tranquila, bastante contenida, es complicado hacer que estalle, y de hecho no sé si llegué a hacerlo, como mucho a levantar la voz alguna vez. Sin embargo, cuando llegaba a casa era incapaz de fingir esa tranquilidad o de mantenerme serena delante de las mosqueteras, y ellas pacientemente sufrieron todos los espumarajos que eché por la boca, producto de esa ansiedad, o estrés, o qué sé yo. Yo decía "pasad de ellos, pasad, sangre fría", pero en el fondo también tenía unas ganas enormes de explotar.
Afortunadamente, no todo iba a ser malo. Si ya de antes de este periodo final, Elena, Soraya y yo nos manteníamos en la medida de lo posible unidas, en una especie de foro-fuerza común para no hundirnos, al menos no mucho, a partir de enero de 2005 esta unión fue mucho más fuerte. Si se hundía una se iban a hundir las demás. De eso estoy plenamente convencida. Así que nuestros esfuerzos por mantener la serenidad, por no dejarse llevar ante la provocación (no quiero decir que no nos dejamos llevar, pero actuamos con bastante tranquilidad para cómo podía haber terminado la cosa) fueron, sin duda, determinantes a la hora de poder sobrellevar los 7 meses fatales. Ahí sí que puedo decir que había (y hay) amistad verdadera, porque hicimos piña en momentos clave y nos sirvió mucho para salir adelante.
Visto en la distancia, he afirmado muchas veces que hubo comportamiento infantil por ambas partes (si es que consideramos que sólo hubo dos partes enfrentadas), y que quizá con un comportamiento maduro habría mejorado la situación. Sin embargo, esa situación se nos escapó de las manos, a todos nosotros (a más de estas 8 personas, puesto que en toda la clase episodios como el nuestro se sucedían continuamente. Raro era el día que alguien no te contaba que había llegado a su casa y se había puesto a llorar, o que no dormía de la ansiedad).
Cuando todo terminó y pude respirar tranquila era el 3 de julio de 2005. Pasé el peor julio de mi vida, no suavizado en absoluto por el inicio de una breve vida laboral, puesto que fue el periodo en el que mi cuerpo y mi mente buscaban resarcirse de toda la tensión acumulada de dos años.
El parto mental ha durado muchos meses, el mismo parto mental que comenzó en julio. Ya he llegado al final del mismo. Puede que sea igual de inocente que era antes, y entonces nada habré aprendido.
Me equivocaré cuando me enamore, y cuando prejuzgue a gente, cuando haga comentarios desafortunados, cada vez que abra la boca o que ponga los pensamientos a volar. Me equivocaré en cada acto, pero a la vez, cada desengaño me ayudará a crecer, cada paso para atrás significará dos hacia delante. Las lágrimas no caen en saco roto. Nunca caen en saco roto. Ningún sentimiento es en vano, ni siquiera el no correspondido.
"mostra quello che sei
non aver paura di sbagliare mai"
(Eros Ramazzotti)

No hay comentarios: