PRESTO
De todos los que vi (se sucedían
fatalmente), de todos los que vi,
todos aquellos que solicitaron
-de quienes yo solicité- ternura,
calor, ensueño, olvido o lágrimas...
De todos esos en los que viví,
por qué tenias que ser tú, retama
matinal, estival, voz derruida,
perro sin amo, espuma levantada
hacia las noches, agua de recuerdo,
gota de sombra, dedos que sostienen
un pétalo de sol... por qué tenias,
ciega, precisamente que ser tú...
De todos los que vi, por qué tenías
que ser tú, leño que sobrenadabas...
Por qué tenias que ser tú, muralla
de ceniza, madera del olvido...
Por qué tenias que ser tú, precisa-
mente tú, con el nombre diluido,
con los ojos borrados, con la boca
carcomida, lo mismo que una estatua
limada por los siglos y las lluvias...
De todos los que vi, desenterrados
de las mañanas y los cielos grises...
De todos, todos, todos, por qué habías
de ser tú sólo quien me entristeciese,
quien se me levantase, puño de ola,
me golpease el corazón, con esos
instantes sin nosotros, caracolas
duras, vacías, donde suena el mar
de otros planetas...Modelada en sombra
y en olvido, tenias que ser tú,
melancolía, quien resucitase...
De todos los que vi (se sucedían
fatalmente), de todos los que vi,
todos aquellos que solicitaron
-de quienes yo solicité- ternura,
calor, ensueño, olvido o lágrimas...
De todos esos en los que viví,
por qué tenias que ser tú, retama
matinal, estival, voz derruida,
perro sin amo, espuma levantada
hacia las noches, agua de recuerdo,
gota de sombra, dedos que sostienen
un pétalo de sol... por qué tenias,
ciega, precisamente que ser tú...
De todos los que vi, por qué tenías
que ser tú, leño que sobrenadabas...
Por qué tenias que ser tú, muralla
de ceniza, madera del olvido...
Por qué tenias que ser tú, precisa-
mente tú, con el nombre diluido,
con los ojos borrados, con la boca
carcomida, lo mismo que una estatua
limada por los siglos y las lluvias...
De todos los que vi, desenterrados
de las mañanas y los cielos grises...
De todos, todos, todos, por qué habías
de ser tú sólo quien me entristeciese,
quien se me levantase, puño de ola,
me golpease el corazón, con esos
instantes sin nosotros, caracolas
duras, vacías, donde suena el mar
de otros planetas...Modelada en sombra
y en olvido, tenias que ser tú,
melancolía, quien resucitase...
(José Hierro).
......
No sé cómo conocí a José Hierro. Creo que el otoño antes de que muriese. Leí en alguna revista cultural una especie de reportaje curioso sobre él. Me gustaba de antemano su nombre. Y decía cosas sobre el mar que, en fin, me cautivaron. Escribí un mini-cuento íntegramente pensando en él, "El último héroe".
El año siguiente, por abril más o menos, venía a la Autónoma a "algo relacionado con el día del libro". No me pude escaquear porque coincidía con una asignatura, Contabilidad General, que temía (pero de las temibles del tipo "no-lloro-porque-ya-tengo-18-años-y-no-es-plan", pero lo cierto es que el profesor nos tenía acojonados y nos trataba muy mal. Resumiendo, que no fui.
Luego José Hierro se murió y aún hoy me sigo arrepintiendo de no haber ido. Así que en homenaje al maestro copy paste de uno de sus poemas y copy paste del minicuento. En realidad, más que un cuento, es más bien un encuentro con él.
.......
EL ÚLTIMO HÉROE
Te conocí una tarde de otoño, sin saberlo me enseñaste el mar.
“Por más que intente al despedirme
llevar tu imagen, mar, conmigo;
por más que quiera traspasarte,
fijarte, exacto, en mis sentidos”[1]
El mar era nuestra vida, y en los arrumacos que nos hacían las olas aún se podían explicar muchos de los misterios que nos confundían. No era otra cosa sino nosotros, y nuestro destino. El mar acompañaba, decías. Y las complicaciones se mezclaban con la sal, y en la arena se enterraban para nunca más volver. No quedaba un solo escollo a nuestros vuelos. El mar nos libraba de los obstáculos, incluso de aquellos que nunca supimos que existiesen.
“Por más que busque tus cadenas
para negarme a mi destino,
yo sé que pronto estará rota
tu malla gris de tenues hilos”.[2]
Quien dice el mar dice la vida, o tal vez la poesía. ¿Cuál era la diferencia? Infinitas tardes plateadas…. ¿dónde estaba el matiz? Todas eran infinitas, todas de plata bañadas… . Difícil de ver, aún más difícil de discernir. ¿Y el mar? ¿Cuál era su significado? Una vez oí decir a una amiga que le gustaba el mar por todo aquello que no tenía de agua. Interesante, pero algo falta, si el mar no fuera agua ¿hablarías igual de él?. Lo dudo.
Te conocí un otoño, ya lo he dicho. Era Madrid. O Nueva York. Es lo mismo. En cada ciudad distinta permanece la misma magia, hay quien lo ve y quien tarda una eternidad en percibirlo. Hablabas del mar, de nuestro mar. Del mar que era poesía y viceversa, a veces no era fácil distinguir entre uno y otro, si la esencia es la misma.
¿Qué estaba buscando? Nunca lo he sabido, quizá nada. Pero encontré en tus palabras el consuelo para el alma. ¿Cuánto duró lo nuestro? No duró, porque nunca hubo “lo nuestro”. Digamos que tú estabas - desde que te conozco - en tus libros de letras esparcidas. Y ahí seguirás, no importa que te hayas ido con otra.
“Firme, bajo mi pie, cierta y segura,
de piedra y música te tengo;
no como entonces, cuando a cada instante
te levantabas de mi sueño”[3]
En mi sueño estaba tu poesía, tardé en darme cuenta. Ahora la agarro, que no se mueva, que como mucho tiemble el aire, y las estrellas sin llegar a caerse bailen al ritmo de tu palabra.
Hablaste de tus ciudades, de que siempre te ha dado la sensación de estar en todas partes estando en un único lugar, ciudades a las que habías visitado antes de existir como todos te hemos conocido, huella que podíamos sentir en el ambiente.
En otras vidas había estado en tantos sitios… en Buenos Aires había sentido, en Monterrey me empapé, en Roma había descubierto que ciertas ciudades hablan, por sus fantasmas escondidos entre las piedras.
Muchas veces hemos oído hablar de una forma casi mística de las ciudades, es entonces cuando se pueden sentir, se pueden oler, se pueden disfrutar. Hay que disfrutar ciudades igual que se soplan velas de las tartas de cumpleaños.
Nunca te he oido una sola palabra, y a veces me da la sensación de que nunca paraste de hablar. Era una especie de “ubicuidad poética”. Leo tus versos y me digo “¡Ya está!” o “¡Esto es lo que estaba buscando!”.
No ibas a hacer una revolución, aunque ideas no faltasen. Le diste alivio al preso, era bastante revolución por el momento.
“No es verdad que te pese el alma. El alma es aire y humo y seda.La noche es vasta. Tiene espacios para volar por donde quieras”[4]
Cuántas cosas me quedan por descubrir. Habías dado con la verdad, con tu verdad. Cada uno intenta llegar a sus propias verdades; quien lo consigue será, hasta el día de su muerte, un poco más feliz. Con la muerte alcanzan la libertad.
“¿En dónde buscar tu latido: en tus ríos que se llevan al mar, en tus aguas,
murallas y torres de muertas ciudades?”[5]
Tú te has ido con otra, se llama Libertad.
Me queda la pena, ¿qué pena? ¿qué es la tristeza? En este caso tristeza es no tener lo que uno quiere, pero también es eso egoísmo. Es complicado acotar algunas ideas, algunos conceptos o realidades.
¿Cómo hacer para olvidar en un instante todo lo que habías expresado?, ¿dónde está esa tierra que habitas, esa tierra sin nosotros? ¿dónde esas noches con estrellas, dónde se quedaron?, ¿ahogadas bajo el rojo manto de un fuego que nos había vencido?.
“Silencio. Olvida, tacha, borra, desvanece esos nombres y números, no intentes modelar la niebla. resígnate a que el viento la disperse.”[6]
Nos quedaba siempre la resignación, siempre ha sido de esta forma, y siempre será así. Contábamos con ideales, éramos una “buena” generación. El tiempo y nuestros mayores se encargaron de enterrarla bien enterrada. No hubo necesidad de luchar, la lucha estaba perdida. Hay quien dice que hay que luchar, y quien se cuelga medallas dejando las cosas sin solucionar.
Qué va a ser de nuestro futuro, ahora que nadie nos pone una vela en el camino. Qué va a ser de nosotros, de esas ideas que habíamos tenido, esas ideas que tú habías ayudado a alimentar si nos quedamos cojos de la pierna que nunca aprendió a andar.
¿Dónde estará el fin de todas las preguntas? ¿o es, quizá, la concrección de la siempre insatisfecha capacidad de asombro del ser humano?.
“Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
Supe que todo no era más que nada”[7]
¿Decepción? Al principio sí. No habíamos caído que lo único inmortal en esta historia es el mar, y a veces ni él. ¿Las palabras? Las palabras mueren con el tiempo. Crecer es perder, y traicionarse. Casi nadie se da cuenta, pero ninguno repite las mismas palabras.
Te echaré de menos, yo y los míos. Nos daremos cuenta de que aún nos queda alguna canción. No temas por nosotros. Tú encendiste la mecha, y nosotros podremos mantener la llama viva. Estamos solos y, como tú, también libres. Libres y con ganas de tantas cosas… .
¿Alguien ve algún rasgo característico a nuestra generación? ¿Somos más listos? ¿más guapos? ¿más fuertes? ¿más altos? ¿somos unos “dejados”? ¿estamos comprometidos?. Lo importante es ¿tenemos inteligencia? ¿sabemos lo que es la vida, o al menos, sabemos de su complejidad? ¿tenemos ese criterio?.
Lo único que tengo es la sospecha de que, con nuestro criterio, sabemos que no somos diferentes a otras generaciones. Cada una con las cosas de su tiempo.
“Por más que intente al despedirme
guardarte entero en mi recinto
de soledad, por más que quiera
beber tus ojos infinitos,
tus largas tardes plateadas,
tu vasto gesto, gris y frío,
sé que al volver a tus orillas
nos sentiremos muy distintos.
Nunca jamás volveré a verte
Con estos ojos que hoy te miro”.[8]
Te echaré de menos, ya es la segunda vez que lo digo. Echaré de menos ese toque de esperanza y de eternidad. Echaré de menos a ese hombre con el alma de hierro; porque, sin saberlo, era el último héroe.¿Dónde estás? No lo sé, ni lo trato de averiguar. Es bonito pensar que habitas ese anónimo lugar donde empieza el mar.
[1] Fragmento de “Despedida del mar”, perteneciente a “Tierra sin nosotros” (1947).
[2] Fragmento de “Despedida del mar”, perteneciente a “Tierra sin nosotros” (1947).
[3] Fragmento de “Cumbre”, perteneciente a “Tierra sin nosotros” (1947).
[4] Fragmento de “Canción de cuna para dormir a un preso”, perteneciente a “Tierra sin nosotros” (1947).
[5] Fragmento de “Canto a España”, perteneciente a “Quinta del 42” (1952).
[6] Fragmento de “Don Antonio Machado tacha en su libreta un número de teléfono”, perteneciente a “Agenda” (1991).
[7] Fragmento de “Nada”, perteneciente a “Cuaderno de Nueva York” (1998).
[8] Fragmento de “Despedida del mar”, perteneciente a “Tierra sin nosotros” (1947).
Te conocí una tarde de otoño, sin saberlo me enseñaste el mar.
“Por más que intente al despedirme
llevar tu imagen, mar, conmigo;
por más que quiera traspasarte,
fijarte, exacto, en mis sentidos”[1]
El mar era nuestra vida, y en los arrumacos que nos hacían las olas aún se podían explicar muchos de los misterios que nos confundían. No era otra cosa sino nosotros, y nuestro destino. El mar acompañaba, decías. Y las complicaciones se mezclaban con la sal, y en la arena se enterraban para nunca más volver. No quedaba un solo escollo a nuestros vuelos. El mar nos libraba de los obstáculos, incluso de aquellos que nunca supimos que existiesen.
“Por más que busque tus cadenas
para negarme a mi destino,
yo sé que pronto estará rota
tu malla gris de tenues hilos”.[2]
Quien dice el mar dice la vida, o tal vez la poesía. ¿Cuál era la diferencia? Infinitas tardes plateadas…. ¿dónde estaba el matiz? Todas eran infinitas, todas de plata bañadas… . Difícil de ver, aún más difícil de discernir. ¿Y el mar? ¿Cuál era su significado? Una vez oí decir a una amiga que le gustaba el mar por todo aquello que no tenía de agua. Interesante, pero algo falta, si el mar no fuera agua ¿hablarías igual de él?. Lo dudo.
Te conocí un otoño, ya lo he dicho. Era Madrid. O Nueva York. Es lo mismo. En cada ciudad distinta permanece la misma magia, hay quien lo ve y quien tarda una eternidad en percibirlo. Hablabas del mar, de nuestro mar. Del mar que era poesía y viceversa, a veces no era fácil distinguir entre uno y otro, si la esencia es la misma.
¿Qué estaba buscando? Nunca lo he sabido, quizá nada. Pero encontré en tus palabras el consuelo para el alma. ¿Cuánto duró lo nuestro? No duró, porque nunca hubo “lo nuestro”. Digamos que tú estabas - desde que te conozco - en tus libros de letras esparcidas. Y ahí seguirás, no importa que te hayas ido con otra.
“Firme, bajo mi pie, cierta y segura,
de piedra y música te tengo;
no como entonces, cuando a cada instante
te levantabas de mi sueño”[3]
En mi sueño estaba tu poesía, tardé en darme cuenta. Ahora la agarro, que no se mueva, que como mucho tiemble el aire, y las estrellas sin llegar a caerse bailen al ritmo de tu palabra.
Hablaste de tus ciudades, de que siempre te ha dado la sensación de estar en todas partes estando en un único lugar, ciudades a las que habías visitado antes de existir como todos te hemos conocido, huella que podíamos sentir en el ambiente.
En otras vidas había estado en tantos sitios… en Buenos Aires había sentido, en Monterrey me empapé, en Roma había descubierto que ciertas ciudades hablan, por sus fantasmas escondidos entre las piedras.
Muchas veces hemos oído hablar de una forma casi mística de las ciudades, es entonces cuando se pueden sentir, se pueden oler, se pueden disfrutar. Hay que disfrutar ciudades igual que se soplan velas de las tartas de cumpleaños.
Nunca te he oido una sola palabra, y a veces me da la sensación de que nunca paraste de hablar. Era una especie de “ubicuidad poética”. Leo tus versos y me digo “¡Ya está!” o “¡Esto es lo que estaba buscando!”.
No ibas a hacer una revolución, aunque ideas no faltasen. Le diste alivio al preso, era bastante revolución por el momento.
“No es verdad que te pese el alma. El alma es aire y humo y seda.La noche es vasta. Tiene espacios para volar por donde quieras”[4]
Cuántas cosas me quedan por descubrir. Habías dado con la verdad, con tu verdad. Cada uno intenta llegar a sus propias verdades; quien lo consigue será, hasta el día de su muerte, un poco más feliz. Con la muerte alcanzan la libertad.
“¿En dónde buscar tu latido: en tus ríos que se llevan al mar, en tus aguas,
murallas y torres de muertas ciudades?”[5]
Tú te has ido con otra, se llama Libertad.
Me queda la pena, ¿qué pena? ¿qué es la tristeza? En este caso tristeza es no tener lo que uno quiere, pero también es eso egoísmo. Es complicado acotar algunas ideas, algunos conceptos o realidades.
¿Cómo hacer para olvidar en un instante todo lo que habías expresado?, ¿dónde está esa tierra que habitas, esa tierra sin nosotros? ¿dónde esas noches con estrellas, dónde se quedaron?, ¿ahogadas bajo el rojo manto de un fuego que nos había vencido?.
“Silencio. Olvida, tacha, borra, desvanece esos nombres y números, no intentes modelar la niebla. resígnate a que el viento la disperse.”[6]
Nos quedaba siempre la resignación, siempre ha sido de esta forma, y siempre será así. Contábamos con ideales, éramos una “buena” generación. El tiempo y nuestros mayores se encargaron de enterrarla bien enterrada. No hubo necesidad de luchar, la lucha estaba perdida. Hay quien dice que hay que luchar, y quien se cuelga medallas dejando las cosas sin solucionar.
Qué va a ser de nuestro futuro, ahora que nadie nos pone una vela en el camino. Qué va a ser de nosotros, de esas ideas que habíamos tenido, esas ideas que tú habías ayudado a alimentar si nos quedamos cojos de la pierna que nunca aprendió a andar.
¿Dónde estará el fin de todas las preguntas? ¿o es, quizá, la concrección de la siempre insatisfecha capacidad de asombro del ser humano?.
“Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
Supe que todo no era más que nada”[7]
¿Decepción? Al principio sí. No habíamos caído que lo único inmortal en esta historia es el mar, y a veces ni él. ¿Las palabras? Las palabras mueren con el tiempo. Crecer es perder, y traicionarse. Casi nadie se da cuenta, pero ninguno repite las mismas palabras.
Te echaré de menos, yo y los míos. Nos daremos cuenta de que aún nos queda alguna canción. No temas por nosotros. Tú encendiste la mecha, y nosotros podremos mantener la llama viva. Estamos solos y, como tú, también libres. Libres y con ganas de tantas cosas… .
¿Alguien ve algún rasgo característico a nuestra generación? ¿Somos más listos? ¿más guapos? ¿más fuertes? ¿más altos? ¿somos unos “dejados”? ¿estamos comprometidos?. Lo importante es ¿tenemos inteligencia? ¿sabemos lo que es la vida, o al menos, sabemos de su complejidad? ¿tenemos ese criterio?.
Lo único que tengo es la sospecha de que, con nuestro criterio, sabemos que no somos diferentes a otras generaciones. Cada una con las cosas de su tiempo.
“Por más que intente al despedirme
guardarte entero en mi recinto
de soledad, por más que quiera
beber tus ojos infinitos,
tus largas tardes plateadas,
tu vasto gesto, gris y frío,
sé que al volver a tus orillas
nos sentiremos muy distintos.
Nunca jamás volveré a verte
Con estos ojos que hoy te miro”.[8]
Te echaré de menos, ya es la segunda vez que lo digo. Echaré de menos ese toque de esperanza y de eternidad. Echaré de menos a ese hombre con el alma de hierro; porque, sin saberlo, era el último héroe.¿Dónde estás? No lo sé, ni lo trato de averiguar. Es bonito pensar que habitas ese anónimo lugar donde empieza el mar.
[1] Fragmento de “Despedida del mar”, perteneciente a “Tierra sin nosotros” (1947).
[2] Fragmento de “Despedida del mar”, perteneciente a “Tierra sin nosotros” (1947).
[3] Fragmento de “Cumbre”, perteneciente a “Tierra sin nosotros” (1947).
[4] Fragmento de “Canción de cuna para dormir a un preso”, perteneciente a “Tierra sin nosotros” (1947).
[5] Fragmento de “Canto a España”, perteneciente a “Quinta del 42” (1952).
[6] Fragmento de “Don Antonio Machado tacha en su libreta un número de teléfono”, perteneciente a “Agenda” (1991).
[7] Fragmento de “Nada”, perteneciente a “Cuaderno de Nueva York” (1998).
[8] Fragmento de “Despedida del mar”, perteneciente a “Tierra sin nosotros” (1947).
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