Concretamente, una hormiga

En una empresa, decenas de ordenadores iguales, decenas de personas idénticas, control ce, control uve, buscar uve, copiar, cruce, cruce, cruce, sap.... con las mismas ambiciones, orígenes, mismos títulos, mismas (escasas) posibilidades de subir en el embudo de la empresa privada… una hormiga.

En una clase, centenares de alumnos iguales, diferenciados por un dígito del dni, mismas lenguas o distintas lenguas, mismos sueños, mismas caricias en el césped, mismas caras repetidas… una hormiga.

En un concierto… 15000 personas iguales, 15 mil fanes de turno, que creen saberlo todo de una persona que cantará las mismas 25 canciones en los 70 conciertos de su gira. El tipo mirará al vacío y los 15 mil habrán entendido que “les miró a ellos”… un chillido que se confunde en la multitud…. Una hormiga.

En una relación de pareja…. La estúpida sensación de que “nadie siente como sentimos nosotros”, la –una vez más- estúpida sensación de que el amor con mayúsculas es esto. La inmensa decepción, que se suma a todas las decepciones anteriores e iguales….. una hormiga.

El capitalismo se basa en el principio del individualismo metodológico.

Vivimos bajo un orden económico internacional que nos obliga a ser hormigas diferentes. Pero a veces yo no veo ninguna diferencia. A veces voy en el metro y las mismas caras que de siempre me han parecido cansadas y tristes, a veces me parecen la mía.

Dice Tiziano Ferro en su útlimo disco que “Nessuno è solo” (nadie está solo). Y Hermann Hesse en su poema “Nella nebbia” dice que “Ognuno è solo” (cada uno está solo).

Estos dos tipos no se enteran, o no se dan cuenta de ello pero…. Ambos pertenecen a la misma especie: la hormiga.

Hoy me sentía un poco hormiga y, por qué no decirlo, también me aburría en el trabajo.