Algunos días, como hoy, odio a mi cabeza. Parece que no fuésemos la misma persona.
A veces mi cabeza se e-stanca. Hoy ha sido uno de esos días. Y mi cabeza preferiría estar mirando las musarañas o enamorándose o jugando al fútbol y probar ronaldinhadas (mi cabeza quiere ver el Mundial pero no la voy a dejar, necesito todas las antenas puestas en los exámenes).
Y sin embargo tiene que estar estudiando la política fiscal o la teoría de crecimiento de Romer. Mi cabeza tiene calor y yo tengo calor, y se duerme y me duermo. Pero los apuntes siguen sobre la mesa y el tiempo vuela, como el metro.
Odio a mi cabeza, porque es una vaga de narices. Y porque hoy estaba dormida más de la cuenta y no se enteraba de nada. Y se ha dedicado todo el día a navegar sobre unos apuntes de macroeconomía por playas infinitas, carreteras sin fin, arenas desiertas, mil atardeceres que acaban en ti. Y al final no le ha servido de nada porque cuando ha terminado de navegar los apuntes seguían encima de la mesa y esa playa se había desvanecido.
Así que he cogido los apuntes y me he ido a casa volando. En metro, claro.
3 comentarios:
Míralo desde otra perspectiva menos derrotista: tus aburridos apuntes te hacen abrir la mente a nuevos mundos imaginarios... tampoco está tan mal...
tal vez tu cabeza necesita descansar, y se rebela, todos necesitamos reposo para recuperar fuerzas, no te exijas tanto...un beso, guapa
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