8 de septiembre de 2006

Algunos (los menos) vuelven

Todas las historias de la vida tienen un principio y un final. Aunque nos pese.
Hoy fue mi último día en la empresa. Y aunque no fue como hace dos años en otra empresa anterior, que acabé con la lagrimita fuera, hoy he estado a punto. Sobre todo por G.
G. ha sido uno de mis jefes todos estos meses. Con el que mayor trato he tenido. El primer día que le vi pensé que también era becario. Sus ojos tienen el color de su Mar de la Plata.
Ha sido una persona tolerante, flexible, bromista y divertida. E infinitamente paciente conmigo. En las últimas semanas me llamaba incluso por mi nombre de pila (aceptado por mí, y no es el que acaba en -ita, que no me gusta nada). Así sólo me llaman mis amigas de la uni. Y también él (es un A- acentuado delante de mi nombre).
Estos últimos días me miraba así como con miedo por encima del hombro (había otro chico nuevo que se interponía entre nosotros). Ambos sabedores de que el final estaba bien cerca. Sólo nos mirábamos por una décima de segundo y enseguida quitábamos la vista y nos poníamos a trabajar (él a hacerlo, yo a fingir que lo hacía).
Hoy, el último día, ha sido frío. Dos besos y "suerte". Pero sé que no estaba así por dentro. Lo he notado porque él, G., tenía que hacer el discurso "de despedida" (no sé quién se lo inventó pero fue sin duda un malvado, porque yo las he pasado putas). Porque no ha dejado lugar para la duda. No he llorado (aunque bien tenía ganas, pero había demasiada gente) pero grandes chorretones de sudor me recorrían la frente.
Luego he tenido que hablar, y se me ha olvidado casi todo lo que quería decir (cosas importantes y solemnes), así que al final sólo he dicho que no saben lo que tienen dentro con el ambiente de trabajo (porque yo habré tenido mis más y mis menos, pero hay colegueo puro y duro), y que ojalá algún día nuestros caminos se crucen dentro o fuera. Luego me han hecho regalitos (algunos "ejem", otros bien, pero como les ha pasado a todos).
Además quiero reivindicar a la mujer italiana, porque todos me han advertido que tuviera cuidado con los italianos. Pero nadie me ha advertido nada sobre las italianas (qué poca consideración).
Los besos los he dejado para el final. Se me han olvidado personas importantes. Pero me quedo con algunas cosas: con L. viniendo por detrás y dándome un beso diciendo "cuídese Srta X" (mi apellido), con mi jefa suprema comentándome que "no le cabe la menor duda de que me irá muy bien", con M. abrazándome sin parar y la tristeza en mis ojos, o con I. diciéndome por lo bajo que "algunos vuelven". Los menos, le he dicho yo, o casi ninguno.
PD: el hombre del post de ayer estaba sentado en una silla verde. Ya estaba afeitado y sólo miraba a la gente pasar.

No hay comentarios: