3 de octubre de 2006

La mujer de la casa

Cuando fui a ver el piso en el que vivo, lo primero que hizo el casero (al que llamaremos Freddy, no sabe castellano así que no leerá este blog, es su nombre real) fue presentarme a la más antigua inquilina de la casa, que responde al nombre de "Conchita, la mujer de la casa".
Considerando que en mi barrio (también conocido por algunos otros erasmus españoles como "el barrio chino") se venden maniquíes (lo más raro que he llegado a ver es que estén a la venta maniquíes de partes del cuerpo, tipo "pies de niños" - no es coña-) como quien vende auriculares del todo a cien, Conchita y yo nos hemos entendido rápidamente, vive y deja vivir.
Una de las eslovenas (la que se pasa el día echando Pronto a toda la casa - quién nos iba a decir que el Pronto podía servir para limpiar las paredes-) la cambia de sitio cada día, así Conchita va adquiriendo nuevas perspectivas del apartamento.
Normalmente está rodeada de señales de tráfico y similares (desde los comunes "passo carrabile" hasta "comune di roma" pasando por "lavori in corso" y linternas de tráfico varias).
Cuando la conocí, tenía un bozal sadomasoquista (que ha desaparecido, por cierto). Ahora tenemos que pensar qué hacemos con ella, porque Conchita se va a quedar con nosotras en el piso (por encima de mi cadáver la echamos, es una coinquilina perfecta), pero me parece que las eslovenas están flipando con Roma, con el barrio, con la casa y con Conchita. Como me dijo una de ellas (literal): "No estamos acostumbradas, en Eslovenia todos somos blancos y rubios".
La frase anterior no es coña. Únase al hecho de pasarse el día echando Pronto a las paredes y tenemos ingredientes para un próximo post.
Pero como hoy hablaba de Conchita, ahí una foto suya.
(es muy vergonzosa, me costó que quisiera salir en la foto, sólo me deja publicarla con un yousendit... no hay quien entienda a las mujeres).

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