Dos hombres y un destino. Ése debería haber sido el título del post, porque esa frase debería poder definir el viernes por la noche. Y sin embargo no fue así, porque de los dos hombres no se supo nada y de las 12 personas que íbamos a cenar aparecimos la mitad. La mitad de esa mitad salió por patas cuando notó el viento gélido en la cara, y las tres más valientes nos aventuramos en la noche madrileña, hasta un desayuno rodeadas de yonkis en un bareto de Atocha. Fumé como un carretero. Esta frase me ha hecho siempre mucha gracia, porque no entiendo el concepto de carretero: por un lado tenemos a un señor que lleva una carretilla, y asi difícilmente podrá fumar a la vez que la lleva. También puedo imaginarme, por otro lado, a aquellas personas que se ponían en la entrada de los pueblos y cuya función era cobrar impuestos (tiene ese oficio un nombre preciso que no recuerdo): pero me resulta mucho más difícil imaginarme a este carretero cobrador de impuestos fumando, puesto que en mi pueblo, en la caseta en la entrada del mismo en lugar de un cobrador había una cabra (no es coña, yo la vi con mis propios ojos). Y la frase se convertiría en algo así como "fumé más que una cabra cobradora de impuestos en una aldea de la sierra abulense". Y ya pierde toda la gracia.
Aparte de perder gracias, cada vez que vengo a Madrid ocurren derrumbamientos. Hoy puedo decir que Madrid está derrumbado, deconstruido. Y lo mismo puedo decir de Roma, en los albores de un proceso de transición que se viene venir desde hace tiempo. El caso es que ninguna de las dos situaciones me incomoda. Es más, lo agradezco (estoy en una etapa muy buena, me afecta menos). Ya era hora de que Roma significase "construir un mundo". Y para nacer, como diría Hermann Hesse en boca de Max Demian, hay que destruir un mundo.
Esta noche Álvaro me esperaba en Malasaña. Y no fui. Anoche yo le esperaba en Malasaña. Y no vino. Sé que me gusta pero que no estoy enamorada de él. Y la básica razón es que hablo mucho de él, doy datos (a veces me lo creo tanto que pienso que de verdad se llama Álvaro y todo), cuento cosas precisas y concretas. Si estuviera enamorada escribiría sin describir. A lo largo de este blog me he enamorado dos veces y creo recordar que lo concreto brillaba por su ausencia.
No me gusta hablar de lo que me es ajeno (entiendo un blog como algo personal, y no comprendo a quienes sostienen que es vomitivo hablar de ti…. ¿de que hablar si no en tu propio blog? ¿del salami de Módena?, y sin embargo hay veces en que todo está interrelacionado por el simple hecho de que subjetivamente los significados en ámbitos diversos son los mismos. Como el significado que lleva a la decepción o a la deconstrucción. Hoy me encontré con una persona que se ha convertido, sin darse cuenta, en lo que no quiere ser. Todos necesitamos atención, de hecho escribir un blog es un buen ejemplo de esa necesidad, pero hay grados y grados. Si miramos la televisión nos encontramos con personas que interpretan un papel; es decir, vemos personajes. De vez en cuando me pregunto cómo serán las personas que hay debajo, si se parecerán a lo que dejan ver - o al guión prescrito de lo que han de ser - y más preguntas sin respuesta del estilo de las anteriores.
A veces me da por pensar(me), una especie de "resolutions" para el año nuevo realizadas con mayor frecuencia. Pienso en cosas distintas (pero con significados que subjetivamente acaban por cruzarse) como este blog (que estuvo a punto de desaparecer hace un par de meses), en las traiciones (que hoy en día, en plena fase nihilista, me provocan indiferencia: duelen otras cosas en todo el cuerpo). Cuando pienso mucho me duele la cabeza, porque voy pasando de un tema a otro, como un brainstorming que hago conmigo misma. Qué es real y qué no, y por qué la gente es tan gilipollas. No sabes si compadecerles o unirte a ellos (igual estás ya dentro y todo, quién sabe, nadie está solo). También he pensado mucho en política, pero es un tema que no tiene mucho que ver con el tono de este post (porque no voy a empezar a hablar de religión, o de lo que yo pienso sobre la religión y su relación con un estado laico).
He decidido dejar de ser romántica. El miércoles hablé con una amiga a la que hacía mucho que no informaba de mi vida. A la tercera o cuarta frase de "resumen" de los últimos tiempos me dice "tía, es que no puedes ser romántica. Si dices que te enamoras, ya te has quedado sin posibilidades". Entonces he decidido que he de intentar no serlo (al menos intentarlo) para ver si así hay diferencia. Vengo pensando cosas, pasos que he dar, etapas y consejos para que, en la vida práctica, el romanticismo desaparezca de mi vida.
1. No escuchar música italiana. Ni el 70% de la discografía de todos los demás. Bueno, visto lo que tengo por el disco duro y en casa.... dejar de escuchar música en general.
2. En el concierto de Tiziano Ferro ponerme tapones para los oídos (no te puedes fiar de un tipo que canta "Y estaba contentísimo" con el tono de voz de quien acaba de enterrar a su padre).
3. Meter en una caja y cerrar bajo siete llaves libros de poesía, poemas sueltos, fotos, postales y cartas. No leer nada porque si leo puedo imaginar. Y la imaginación y el romanticismo van de la mano.
4. Por supuesto, no volver a escribir ni una sola carta de amor (joder, sí, soy “deesasquelasescriben"). No escribir nada que tenga una carga sentimental mayor que la de la lista de la compra (aunque eso suponga momentos muy tensos en los que me coma las manos de las ganas de escribir un sentimiento).
5. No volver a ver ni una sola película de Benigni (relacionado con el punto 3 y el exceso de imaginación). No ver películas.
6. Practicar bookcrossing con el ejemplar de "Rayuela" que voy paseando (como si me lo leyera o algo así).
7. En el blog hablar, como quien dice, del tiempo. De lo que me es ajeno.
8. Borrar del diccionario palabras críticas como “morriña”, “párpado” o “duermes”.
9. Evitar a toda costa la lucidez.
Aparte de perder gracias, cada vez que vengo a Madrid ocurren derrumbamientos. Hoy puedo decir que Madrid está derrumbado, deconstruido. Y lo mismo puedo decir de Roma, en los albores de un proceso de transición que se viene venir desde hace tiempo. El caso es que ninguna de las dos situaciones me incomoda. Es más, lo agradezco (estoy en una etapa muy buena, me afecta menos). Ya era hora de que Roma significase "construir un mundo". Y para nacer, como diría Hermann Hesse en boca de Max Demian, hay que destruir un mundo.
Esta noche Álvaro me esperaba en Malasaña. Y no fui. Anoche yo le esperaba en Malasaña. Y no vino. Sé que me gusta pero que no estoy enamorada de él. Y la básica razón es que hablo mucho de él, doy datos (a veces me lo creo tanto que pienso que de verdad se llama Álvaro y todo), cuento cosas precisas y concretas. Si estuviera enamorada escribiría sin describir. A lo largo de este blog me he enamorado dos veces y creo recordar que lo concreto brillaba por su ausencia.
No me gusta hablar de lo que me es ajeno (entiendo un blog como algo personal, y no comprendo a quienes sostienen que es vomitivo hablar de ti…. ¿de que hablar si no en tu propio blog? ¿del salami de Módena?, y sin embargo hay veces en que todo está interrelacionado por el simple hecho de que subjetivamente los significados en ámbitos diversos son los mismos. Como el significado que lleva a la decepción o a la deconstrucción. Hoy me encontré con una persona que se ha convertido, sin darse cuenta, en lo que no quiere ser. Todos necesitamos atención, de hecho escribir un blog es un buen ejemplo de esa necesidad, pero hay grados y grados. Si miramos la televisión nos encontramos con personas que interpretan un papel; es decir, vemos personajes. De vez en cuando me pregunto cómo serán las personas que hay debajo, si se parecerán a lo que dejan ver - o al guión prescrito de lo que han de ser - y más preguntas sin respuesta del estilo de las anteriores.
A veces me da por pensar(me), una especie de "resolutions" para el año nuevo realizadas con mayor frecuencia. Pienso en cosas distintas (pero con significados que subjetivamente acaban por cruzarse) como este blog (que estuvo a punto de desaparecer hace un par de meses), en las traiciones (que hoy en día, en plena fase nihilista, me provocan indiferencia: duelen otras cosas en todo el cuerpo). Cuando pienso mucho me duele la cabeza, porque voy pasando de un tema a otro, como un brainstorming que hago conmigo misma. Qué es real y qué no, y por qué la gente es tan gilipollas. No sabes si compadecerles o unirte a ellos (igual estás ya dentro y todo, quién sabe, nadie está solo). También he pensado mucho en política, pero es un tema que no tiene mucho que ver con el tono de este post (porque no voy a empezar a hablar de religión, o de lo que yo pienso sobre la religión y su relación con un estado laico).
He decidido dejar de ser romántica. El miércoles hablé con una amiga a la que hacía mucho que no informaba de mi vida. A la tercera o cuarta frase de "resumen" de los últimos tiempos me dice "tía, es que no puedes ser romántica. Si dices que te enamoras, ya te has quedado sin posibilidades". Entonces he decidido que he de intentar no serlo (al menos intentarlo) para ver si así hay diferencia. Vengo pensando cosas, pasos que he dar, etapas y consejos para que, en la vida práctica, el romanticismo desaparezca de mi vida.
1. No escuchar música italiana. Ni el 70% de la discografía de todos los demás. Bueno, visto lo que tengo por el disco duro y en casa.... dejar de escuchar música en general.
2. En el concierto de Tiziano Ferro ponerme tapones para los oídos (no te puedes fiar de un tipo que canta "Y estaba contentísimo" con el tono de voz de quien acaba de enterrar a su padre).
3. Meter en una caja y cerrar bajo siete llaves libros de poesía, poemas sueltos, fotos, postales y cartas. No leer nada porque si leo puedo imaginar. Y la imaginación y el romanticismo van de la mano.
4. Por supuesto, no volver a escribir ni una sola carta de amor (joder, sí, soy “deesasquelasescriben"). No escribir nada que tenga una carga sentimental mayor que la de la lista de la compra (aunque eso suponga momentos muy tensos en los que me coma las manos de las ganas de escribir un sentimiento).
5. No volver a ver ni una sola película de Benigni (relacionado con el punto 3 y el exceso de imaginación). No ver películas.
6. Practicar bookcrossing con el ejemplar de "Rayuela" que voy paseando (como si me lo leyera o algo así).
7. En el blog hablar, como quien dice, del tiempo. De lo que me es ajeno.
8. Borrar del diccionario palabras críticas como “morriña”, “párpado” o “duermes”.
9. Evitar a toda costa la lucidez.
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