Tres grados norte: lead time. Competencia y reducción de costes. La soledad me espera fuera.
Navegación 1: soledades.
Muere quien tiene un regalo y no lo vive. Muere quien no perdona. Muere el que olvida, el que no da las gracias. Muere quien cree en un dios o un más allá y no es capaz de creer en sí mismo. Muere el que no ama la soledad porque trata de evitarse. Muere el que no ama la compañía porque teme la vida.
Navegación 2: conocidos.
El sur también existe, a 20 minutos del centro. Subsidiariedad e hipocresía. La aceptación. El largo proceso y al final los hechos.
Navegación 1: soledades.
Muere quien tiene un regalo y no lo vive. Muere quien no perdona. Muere el que olvida, el que no da las gracias. Muere quien cree en un dios o un más allá y no es capaz de creer en sí mismo. Muere el que no ama la soledad porque trata de evitarse. Muere el que no ama la compañía porque teme la vida.
Navegación 2: conocidos.
El sur también existe, a 20 minutos del centro. Subsidiariedad e hipocresía. La aceptación. El largo proceso y al final los hechos.
Nombres que no reconozco en la agenda. Leo un libro repleto de “gente que no estaba esperando otra cosa que salirse del recorrido ordinario de los autobuses y de la historia”. Me encuentro lugares y personas comunes. Luces que he conocido.
Supervivientes. Astutos merodeadores en busca de imaginación (propia y ajena), de tiempo perdido. Supervivientes capaces de contarlo. Sobrevivo a esta envidia que conozco. Sobrevivo a este conocimiento.
Navegación 3: sueños.
Sueños que traen la calma. Pequeñas criaturas. Ganas de hacer el amor contigo. O de escribir un verso. Sueños más pequeños. Navegar más allá de Finisterre en el siglo XV. Leer ese libro de atrás hacia delante. Contar hasta tres mil y pico. Contar el cuento de la gente que pierde (y que sea el mismo que el de la gente que gana). Tocar con los dedos de los pies la guitarra desafinada que me espera y con las manos todo lo demás. Que no falte nunca una caricia (prego) ni una copa de vino besándote los labios.
Navegación 4: las islas.
Con 192 pastillas a la semana hay quien quiere vomitar el alma. Los lugares perdidos también son habitados. Hoy la lluvia empapaba los cristales del 90, siempre tan lento, y no me dejó ver el camino. Había un parque. Con el tiempo me enteré de que era Villa Torlonia, había sido habitada por un dictador y escondía un búnker en sus entrañas. La niña que vendía perritos calientes me llamó y me dijo que ninguna señorona italiana la haría llorar. En Polonia no hay gruñonas italianas.
Navegación 5: silencios. Te acompaño (y lo sabes).
Receta básica italiana para sobrevivir:
Daneggiare = dañar.
Ritenere = considerar, creer.
Ripresa = recuperación.
Navegación 6: recuerdos.
El vecino que toca la guitarra a las once y once. Aviones que llegan. Una libreta de Smemoranda de color verde. Recuerdo de Puglia, un lugar donde nunca he estado. ¿Qué lees? Terminé un libro de Murakami, otro de Conan Doyle.
Navegación 7: miradas.
- Mira a la calle. ¿qué es lo que ves?.
- Pues gente que pasa: unos viejos, esas dos parejas con el perro…, los niños….
- No, pero digo que qué ves.
- Veo tristezas, gente que está sola, alguna que otra depresión, lágrimas por la noche por la incomprensión, falta de comunicación… .
- Y…?
- Además no han dejado de caminar en todo este rato.
PD: el pròximo post desde Madrid :)
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