En mi clase había una niña que se llamaba Ainhoa. Era de familia pudiente, y ése era uno de los factores que agudizaban su liderazgo sobre los demás. Recuerdo que un día subí a su casa. Tenía una maravillosa habitación en tonos pastel, llena de cosas que yo no tenía (mis sucesivas habitaciones vitales siempre han sido pared blanca y muebles cada uno de su padre y de su madre), tenía hasta un sofá para ella sola (por no hablar de televisión y otras cosas del estilo). Entonces pensé que la riqueza era eso.

El viernes fui a una obra de teatro en la Cuarta Pared. Una disección sobre la crueldad humana, sobre la inercia del "primer mundo".... sobre el dolor y la familia.

El sábado vi la nieve camino de Soria. Me leí dos libros: El niño con el pijama de rayas, que me dejó Laura (me gustó bastante, gracias nena) y el último premio Planeta (plano, plano, no me gustó en absoluto). Por si fuera poco vi una peli (hacía mil que no iba al cine) "Ahora o nunca" (simplona, pero emotiva) y a una de mis mejores amigas de mi época soriana.... a la que hacía más de 15 meses que no veía.... toda una vida....

y me alegró volver al Ogham, uno de nuestros santuarios adolescentes, a ponernos al día.... y darnos cuenta de que lo bueno (lo "más mejor" nunca se pierde)...

Al llegar hoy a Madrid hasta me dio tiempo a estudiar.

Porque vuelvo a ser estudiante. Con mis "estreses" y mis "no me da tiempo" y mis "no me entero de nada" detodalavidadeDios.

Por cierto, nunca supe qué fue de la tal Ainhoa.... si tiene habitación con sofá o lee a María Zambrano, si está enamorada o le persiguen viejos fantasmas sorianos.