12 de febrero de 2006

Contra la amnesia

Recientemente tuve la ocasión de visitar el que fuera campo de concentración de Dachau, cerca de Múnich, en Alemania. La primera sorpresa surge al ver la cantidad de españoles que allí estuvieron recluidos y que allí padecieron un horror al que no pudieron sobrevivir. Los españoles eran nada más y nada menos que el tercer gurpo y superaban sin duda los doscientos. Conforme se avanzaba por aquel museo del espanto humano grandes paneles explicaban los diferentes reclusos que poblaban aquellos tétricos barracones: judíos, polacos, yugoslavos, gitanos, brigadistas internacionales, comunistas, homosexuales... . El panel referido a los españoles estaba escondido y con escasas referencias, lo cual me pareció una gran injusticia. Avancé por un pasillo del que fuera un barracón, y al fondo, un monitor emitía un vídeo del día en que Dachau fue liberado. Unos decrépitos reclusos sostenían banderas realizadas por ellos mismos y... sí, en español una bandera con las letras "República Española", y me emocioné. Miré, petrificado, una y otra vez el vídeo y el rostro de aquellos soldados españoles. Me sentí orgulloso de ser español, de que aquellos hombres representaran a España en la lucha contra la barbarie nazi. Y luego sentí desasosiego porque aquellos españoles, tras ser liberados, no tuvieron una patria a la que volver por el simple hecho del color de la bandera que llevaban en el corazón. Esperanza Aguirre nos alerta de la "relajación de la memoria" que hizo posible el Holocausto. Yo creo que tenemos que abofetearnos para despertar de la absoluta amnesia y reconocer las penurias de tantos españoles anónimos que perdieron todo. En Dachau, no hay una placa, ni un símbolo que resalte el recuerdo a nuestros compatriotas y deben ser uno de nuestros mayores orgullos.
Esta es una de las cartas al director del País de hoy.
"Recuérdalo tú, recuérdalo a los otros", que diría Cernuda.

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