8 de febrero de 2006

Manual para escribir un relato

Este "cuento" que roza lo absurdo lo escribí el año pasado, por estas fechas aproximadamente. su único propósito es hacer reir y que quien lo lea piense "qué gilipollez".
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MANUAL PARA ESCRIBIR UN RELATO

Si usted desea aprender los detalles para escribir un relato no tiene más que seguir las recomendaciones que leerá a continuación. El cumplimiento de estos consejos le resultará indispensable a la hora de recibir ovaciones, aplausos y apretones de manos. Que para eso estamos, digo.

¿Está cómodo? ¿Sí? Bien. Empiece por apagar la televisión, y no me diga que no la estaba mirando, usted y yo sabemos que no es “de esos”. No enarque la ceja, no es necesario. Ahora levántese del sofá y busque un lugar propicio para la inspiración literaria.

Una mesa marrón oscuro lo suficientemente alta como para que le quepan las piernas a alguien de su corpulencia. Alta y también grande: hay un atril, un flexo, de frente el cristal de la ventana, cortinas de flores; elementos de distracción los justos: una radio, CDs desperdigados, hojas de colores si acaso.... .
¿Lo ve? ¿No?. Es lógico. Sólo faltaría que todas las habitaciones fuesen como la mía. Así que comience a pensar por sí mismo y busque su lugar ya que, como puede comprobar, yo ya tengo el mío.

Una vez encontrado el sitio desde el cual usted navegará en historias imaginadas o recordadas, o quizá sólo tergiversadas, ha de proveerse de vestimenta y calzado necesario para la consecución de su objetivo.

Mi recomendación es la siguiente: utilice ropa ancha, que no se ciña demasiado a la piel, a ser posible sin costuras. El zapato ha de ser plano y cómodo. Si tiene costumbre de utilizar también zapato para el otro pie sería conveniente que este segundo zapato gozara de las características del primero. Esto es, el segundo zapato ha de ser plano y cómodo.

Sonría. No hay cámara oculta, no. Está sentado en su mesa de trabajo (cuna de musas, hogar de los sueños...), vestido para tan magno evento. No esté nervioso, le veo, le tiembla el labio.

¿Falta algo? Claro, necesita usted papel, es evidente. Puede elegir entre una amplia oferta para escritores: folios en blanco, cuadernos de espiral, agendas, márgenes de libros, tarjetas de visita en blanco (ríase del doble sentido, le visita la musa a la tarjeta de visita. Nota: si no le ha hecho gracia va usted por mal camino. Los escritores se ríen de tonterías y hacen chistes muy malos. Reprima el deseo de ser el gracioso de su grupo).

Hay muchas más modalidades, pero ya veo que ya tiene unos cuantos folios y material de escritura adecuado. Sigamos.

Y ahora, pensará, a esperar. ¿Esperar qué? ¿Qué pase un ángel y se lo lleve?. No me venga con tonterías, si desea escribir un cuento ha de hacer precisamente eso: escribirlo.

Uno de los problemas con los que se encontrará usted, motivo de disputa entre su superyo (escritor de gran talento) y la hoja en blanco (de aquí en adelante pasará a denominarse “la hoja”) es el tema del relato, sobre qué escribir, ¿adivinará usted el diseñador del vestido de la musa? ¿Valentino o Armani?, rozando lo clásico. ¿O será una temática radicalmente diferente? ¿Diseñará su traje David Delfín o Gauthier?.

Para servirse de ideas a la hora de vislumbrar el traje nuevo para su musa, ha de dar cuenta de las pasarelas internacionales: Milán, Londres, Nueva York, París... . Puede diseñar, como Virginia, un vestido de amplios bolsillos para su colección de piedras, o seguir la estela de jóvenes creadores con una carrera prometedora por delante: Manzoni, De Musset, Wharton & James, etc.

Cuando haya usted asistido a alguna de las pasarelas antes citadas, puede embarcarse en la aventura, en ese idilio que mantendrá su superyo y la hoja. La relación tendrá todo tipo de altibajos y le producirá todas las sensaciones posibles: amor, celos, engaño, indiferencia, sonrisas, placer, lágrimas y furia.

Llegará un día en que decida no escribir más, abandonar la hoja, kaputt, finito. Entonces, querido amigo, podrá usted decir que por fin ha escrito un cuento. Y comenzará una nueva relación con una nueva hoja en blanco, con un cuaderno de espiral, una agenda, los márgenes de otro libro o nuevas tarjetas de visita.
Cada relación es diferente, no hay dos historias iguales. Y si las hubiera tiene el peligro de que puedan decir de usted “te lees uno y ya te lo has leído todo”. No queremos crear esa impresión.

Supongamos, por ejemplo, que usted quiere situar la historia en un lugar determinado. Es posible que sea un lugar que conoce, o que tenga que escribir desde su ignorancia sobre ese sitio fuera de sus sueños e imaginaciones.
Imagine que desea hablar de un país. Italia puede servir de ejemplo. Cierre los ojos e intente con la mente viajar al país deseado. Atraviese el cristal (abra la ventana en primer lugar si cree que su integridad física corre peligro), ascienda nubes, baje montañas, en fin, lo de siempre: ríos, piedras, flores, animales silvestres con música de película infantil de fondo.... . Entonces usted deslizará el bolígrafo (o pluma, que le dará al relato un tono más exquisito, una especie de “laissez faire” literario) por su hoja, que aunque no lo diga desea sus caricias, y la obsequiará con un fragmento, brillante muestra de su talento, con características similares al que sigue:

Mi país es pequeño, a veces te cabe en la palma de la mano, lo aprietas fuerte y se escurre entre los dedos, se diluye como hielo y se estanca en los recuerdos.

Mi país es como un libro que abres, y lees el prólogo y te seduce, y la primera página y no deseas otra cosa que no sea comenzar a devorarlo, a deleitarte en cada palabra, subirlas y bajarlas, encontrarlas, esconderlas y volverlas a encontrar en labios de otro dueño en la página siguiente. Infieles palabras que vuelven y gozan y se cruzan y juegan, te deslizas por el mundo y por los entresijos de letras y eslabones. Cadena que nunca se acaba.

Italia es un camino no escrito que surca el mar inmenso e infinito, el tren que atrapa las olas a cada paso, un instante aprovechado y el momento de una sonrisa tras un café caliente en Termini.

Impactante, ¿verdad?. Es sólo una pequeña muestra de lo que puede usted alcanzar si sigue estas simples recomendaciones.

No será difícil entender que el lugar donde ubicar su historia es uno de los protagonistas pasivos más importantes del relato. Hay protagonistas pasivos y protagonistas activos. Le recomiendo que su relato mantenga una relación constante entre personajes activos y pasivos, partimos de la base (que esto quede entre usted y yo) de que sus lectores serían incapaces de soportar cualquier variación del relato estándar. No hay que escandalizar sino agradar.

Una vez haya delimitado las competencias del lugar de los hechos, la escena de su propio crimen literario, necesita salir a buscar personajes.

Hay dos opciones: o los copia o los inventa. Si se decanta por la primera opción lo más oportuno será salir a la calle, sentarse en un banco en un espacio transitado y esperar. Pasarán personas, familias, engendros, niños malcriados, jóvenes con rastas, ... vea, compare, elija, se trata del mercado inconsciente a partir del cual usted desarrollará sus habilidades. Cuando los tenga decida por ellos, implánteles una personalidad definida y marcada. En su mano están todos sus tiempos.
No olvide que uno de sus personajes ha de ser el que, de forma implícita o explícita, sustente el argumento del relato. Imagine un detonante generador de la crisis individual: un acontecimiento extraño, trágico, inesperado; se trata simplemente de un hilo conductor sobre el cual el lector se balancee todo el tiempo.

Si, por el contrario, prefiere la segunda opción, el asunto es más complicado. Le sugiero tomar por separado unas tarjetas de visita y definir en primer lugar las personas y luego sobre esas personas construir los personajes. El resultado puede ser el mismo que el de la primera opción pero, sin lugar a dudas, la labor creativa de la segunda opción le reportará máximas satisfacciones. ¿No me cree? Haga la prueba.

Recapitulemos: tiene usted ánimo de escribir un cuento, un lugar de trabajo y material para ello. Asimismo está en disposición de la escena del crimen y de las personas y personajes que intervendrán.

No, no se me olvida, a su relato le falta música.

No me diga que no se le había ocurrido. Le creía más inteligente, a decir verdad.

Un relato, cualquiera que sean sus características, necesita música. ¿Cómo podría naufragar Robinson si no hubiera mar?. ¿Nunca se lo ha preguntado?. Incomprensible. Me sorprende que no se olvide usted de respirar.

Cada relato o historia o cuento o patraña imaginada necesita una vía, un catalizador de emociones, de sensaciones, de relaciones entre personajes. Este catalizador es la música. El gran invento de la humanidad. Puede usted copiar cantos de pájaro, transmitir sentimientos, puede llorar, gritar, sentir.... . Le ayudará a ser persona.

Así que, sin más dilación, componga la banda sonora de su relato. No es fundamental estar en posesión de conocimientos de solfeo; basta con ir caminando o escribiendo a un ritmo inconsciente que no sabe a qué atiende, y yo se lo digo: es música. Le persigue en sus sueños, por la noche y por el día, no le deja respirar sino es al compás que marca. No sea injusto, concédale su minuto de gloria.

Pensará que se deja algo olvidado, tiene esa sensación extraña de haber salido de casa sin las llaves, o de haber dejado el fuego encendido, ¿verdad?.

Despistado, lo que es usted es un despistado. ¡Le falta la historia!. Créame, con esa cabeza no sobrepasará usted el umbral de la puerta (de la literatura).

Sin embargo, no seré yo quien le explique cómo ha de escribir una historia. Ya tengo la mía. Ahora es su turno.

2 comentarios:

marga dijo...

Muy divertida!!!
Me encanta cómo escribes.

Anónimo dijo...

Lo mismo digo, una escritura muy bella. ¡Buen post!