Yo estoy cansado.
Miro
esta ciudad
-una ciudad cualquiera-
donde ha veinte años vivo.
Todo es igual.
Un niño
inútilmente cuenta las estrellas
en el balcón vecino.
Yo me pongo también....
pero él va más deprisa: no consigo
alcanzarle:
una, dos, tres, cuatro,
Cinco...
No consigo
alcanzarle: una, dos ....
tres...
cuatro.... cinco....
Miro
esta ciudad
-una ciudad cualquiera-
donde ha veinte años vivo.
Todo es igual.
Un niño
inútilmente cuenta las estrellas
en el balcón vecino.
Yo me pongo también....
pero él va más deprisa: no consigo
alcanzarle:
una, dos, tres, cuatro,
Cinco...
No consigo
alcanzarle: una, dos ....
tres...
cuatro.... cinco....
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Los contadores de estrellas - Dámaso Alonso.
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Anoche volví a casa ligeramente borracha (fui a casa de A. a ver una peli - La verdad oculta - y ya que estábamos cenamos y nos terminamos la sangría de la noche anterior). Llegué y quería escribir, pero el alcohol y el cansancio apenas me dejaron. Quería escibir pero me sale espuma. Sentía como sí, de cuando en cuando, tuviéramos la obligación de volvernos locos.
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Me salieron dos poemillas extrañísimos que he eliminado tras el parto.
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Como no tenía mucho sueño cogí el libro de "Los poetas de la república". Y lo abrí al azar (¡cómo me gusta hacerlo!) y caí en este poema de Dámaso Alonso. Ahora lo interpreto con mis palabras (así que de tecnicismos ni uno). Es el típico poema "de relleno", que no dice nada en la obra de un autor del que la gente no se sabe terminar los versos (al contrario de esos poemas que se sabe todo el mundo y, de tan manoseados, han terminado por perder el sentido).
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A mí sí que me dice (y me dijo anoche mientras lo leía). Habla de la inutilidad de la utopía, y de que la inocencia está siempre más ligada a la persecución de los sueños. De esa extraña conexión entre el afán por lo infinito y la felicidad. Y contrapone estas dos visiones, la del niño que se hace mayor y cambia sus prioridades, sus perspectivas y la del señor que mira al niño que fue y no se reconoce y, lo que es peor, se rechaza.
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