La gente cree que estoy loca cuando ve los posters de mi habitación (los posters, los vinilos, los discos raros de 45 rpm o cualquier cosa similar), y creen que no soy la misma persona, me “devalúan” como un dólar americano en sus peores tiempos.
Hubo un tiempo en que me daba por “explicarme”, por justificarme de alguna manera. Que si era un complejo sistema de personas y emociones, que si las sensaciones únicas de un concierto, que si los viajes y aprender cosas de los demás y de mí misma, que si Roma, Milán y todas las demás. Pero ese tiempo pasó a mejor vida.
Porque en realidad no tengo ninguna necesidad ni debo justificarme. A-style cree (ingenua ella) que se me pasará, que evolucionaré. Eso de evolucionar me hace mucha gracia porque precisamente evolucionar es lo que nunca he dejado de hacer, aunque nadie lo vea. O sea difícil de ver con los ojos de la cara.
Davor Suker nació en Osijek (Croacia) el 1 de enero de 1968. Jugó en el Sevilla, Real Madrid y en el Arsenal entre otros. Internacional con Croacia, fue tercero en el mundial de 1998 en Francia y ganó la bota de Bronce. Pichichi de la Liga Española el primer año de Ronaldo en España (aquel del golazo mítico al Compostela y de aquel regate que partió por la mitad y clavó en el suelo a la defensa del Atlético de Madrid en la final de la Supercopa, antes de dejársela rasa y fácil a Lo pelat para que marcara), aquel año que desembarcaron en el Madrid de Cappello Mijatovic, Roberto Carlos, Seedorf, Panucci, Illgner, Cambiasso (con melena y tras liarla en el Mundial sub-17) y Suker; en la temporada siguiente, la de la Séptima, Jupp Heinckes le relegó al banquillo, pero jugó algunos minutos de la mítica final (de hecho él era el conductor del balón cuando el árbitro pitó el fin del encuentro). Sus botas de tacos eran de marca Umbro. Negras con el logotipo en verde fosforito. Tenía un Ferrari, una piscina con el escudo del Real Madrid y a media España interesada por sus líos de faldas con Anita Obregón. Ahora es un business-man que incluso aparece en Salsa Rosa contando no sé muy bien qué del pasado.
Pero cuando pienso en Davor Suker siempre me viene en mente un control con la zurda en el carril derecho en un partido de Croacia de la Eurocopa de Inglaterra de 1996. Venía la bola potente y alta, y la mató suavemente, la cogió como un guante. Y se hizo el silencio con la pelota cosida a su pie izquierdo (después de haber hecho eso yo habría cogido el balón con las manos y me habría ido a mi casa).
Me parecería ridículo que alguien recordase a Davor Suker por algo distinto a ese control.
Aunque supongo que hay cosas difíciles de ver con los ojos de la cara.
Hubo un tiempo en que me daba por “explicarme”, por justificarme de alguna manera. Que si era un complejo sistema de personas y emociones, que si las sensaciones únicas de un concierto, que si los viajes y aprender cosas de los demás y de mí misma, que si Roma, Milán y todas las demás. Pero ese tiempo pasó a mejor vida.
Porque en realidad no tengo ninguna necesidad ni debo justificarme. A-style cree (ingenua ella) que se me pasará, que evolucionaré. Eso de evolucionar me hace mucha gracia porque precisamente evolucionar es lo que nunca he dejado de hacer, aunque nadie lo vea. O sea difícil de ver con los ojos de la cara.
Davor Suker nació en Osijek (Croacia) el 1 de enero de 1968. Jugó en el Sevilla, Real Madrid y en el Arsenal entre otros. Internacional con Croacia, fue tercero en el mundial de 1998 en Francia y ganó la bota de Bronce. Pichichi de la Liga Española el primer año de Ronaldo en España (aquel del golazo mítico al Compostela y de aquel regate que partió por la mitad y clavó en el suelo a la defensa del Atlético de Madrid en la final de la Supercopa, antes de dejársela rasa y fácil a Lo pelat para que marcara), aquel año que desembarcaron en el Madrid de Cappello Mijatovic, Roberto Carlos, Seedorf, Panucci, Illgner, Cambiasso (con melena y tras liarla en el Mundial sub-17) y Suker; en la temporada siguiente, la de la Séptima, Jupp Heinckes le relegó al banquillo, pero jugó algunos minutos de la mítica final (de hecho él era el conductor del balón cuando el árbitro pitó el fin del encuentro). Sus botas de tacos eran de marca Umbro. Negras con el logotipo en verde fosforito. Tenía un Ferrari, una piscina con el escudo del Real Madrid y a media España interesada por sus líos de faldas con Anita Obregón. Ahora es un business-man que incluso aparece en Salsa Rosa contando no sé muy bien qué del pasado.
Pero cuando pienso en Davor Suker siempre me viene en mente un control con la zurda en el carril derecho en un partido de Croacia de la Eurocopa de Inglaterra de 1996. Venía la bola potente y alta, y la mató suavemente, la cogió como un guante. Y se hizo el silencio con la pelota cosida a su pie izquierdo (después de haber hecho eso yo habría cogido el balón con las manos y me habría ido a mi casa).
Me parecería ridículo que alguien recordase a Davor Suker por algo distinto a ese control.
Aunque supongo que hay cosas difíciles de ver con los ojos de la cara.
2 comentarios:
si te creen loca, les mandas a que me conozcan (juasjuasjuasjuasjuas).
Yo de eso de Suker no me acordaba, y mira que es de mi época de "interés" por once tíos tras un balón.
En fin... días de máster, ando desvariando un poco
Baci, becca!
Me ha encantado esta última frase. Es un gustazo leerte, niña. Para que luego digan que las letras y los números no son compatibles.
Por cierto, enhorabuena por esas 5 enmochiladas.
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