21 de enero de 2007

La Maru

E., una de mis compañeras de piso, es la persona más maruja (joven) que conozco. Además de maruja en el sentido que todos conocemos, también es una de esas personas que lo tiene todo controlado: desde qué autobús te lleva a tal o cual parte de Roma hasta cuándo caducan mis huevos (no es coña) o si le echo o no sal a las comidas. Pero en los últimos tiempos (desde finales de noviembre más o menos) ella y yo nos llevamos mejor. Es decir, al principio yo no podía ni verla (ni la hablaba) y ahora nuestra relación es bastante fluida (sin llegar a ser amigas ni nada por el estilo).

El caso es que E. estudia Publicidad. Le queda como año y medio para licenciarse, y está obsesionada con el marketing. Sabe vender una cosa.

Por otro lado, E. tiene una amiga anoréxica, anoréxica por todo el entramado socioconsumista que la ha empujado a querer verse como las modelos (ficticias) de las revistas, que la lleva a desdeñar todo consejo, intento de tratamiento, etc.

A veces me pregunto cómo verá E. eso, el que ella trabaje en un futuro del lado del que “crea necesidades”, “impone modelos”, etc, y a la vez tener una amiga que sufre por mecanismos restrictivos de la voluntad como ése.

Hoy me lo he preguntado más que nunca, mientras comía mandarinas en silencio en la cocina. E. estaba preparándose la cena y me comenta que está en shock porque su amiga, la anoréxica, se ha muerto.

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