Cierro los ojos y me encuentro todavía ahí, en medio de un caluroso día de agosto; vuelan esos días rápidamente a mi cabeza, ahora que el verano está a punto de terminar y quedan pocas horas para embarcarme en un otoño gris (de nuevo en Madrid). Ahora que cojo muy fuerte entre mis manos estos días azules, me descubro contándome un secreto: soy feliz.
Me sonrío y pienso que no puede durar mucho: que cambiará la estación y el color del cielo, las terrazas y la gente me inundarán de melancolía, mis sueños despiertos irán tomando cada vez un cariz más trágico, y buscaré poesías y viajes para escaparme de mí, del yo que se ahoga entre tipos de interés encubiertos y trajes de chaqueta que envejecen 10 años.
Ayer le dije a Sílvia que no somos capaces de hacer realidad las historias que soñamos, que la vida es una y nos va llevando. A veces podemos cambiar cosas, dirigirla brevemente, pero no su curso natural, su ser. Pertenecemos al elenco de los personajes secundarios de la vida, y me pregunto dónde estarán (quiénes son) los principales personajes, qué les incumbe de mi persona, por qué me niegan esa otra felicidad que puebla mis fantasías, por qué me destinan a permanecer sitiada en esta sala repleta. Le dije a Laura que estaba enganchada. Soy una yonki. Corro, corro (el camino de los idiotas) y tengo dudas.
Dudo si ella, con su amigo imaginario, podrá llegar al amor (sueño que así sea). Dudo si ese amigo seguirá escribiendo para pasión de unos pocos locos. Si lo encontraré fuera de garitos poco recomendados y me revelará clara su voz de poeta muerto. Si el adicto encontrará alguna vez tras un servicio anónimo algo de amor. Si su amor será algo más que una eyaculación.
Si el amor de los dos es el mismo, si existe, y si servirá para algo. Si regirá su existencia como hoy dirige mis pensamientos. Si se encontrarán, al fin y al cabo, en esta ciudad que no es Madrid y que les engulle y les distancia sin saberlo. Está en mi mano hacerles felices e inmortales.
Los finales felices no están hechos para los personajes secundarios. Ni para los solos. Respiro. He de encontrar ese sitio mío, ese refugio individual y solitario donde entrar en el mundo personal que me pertenece.
PD. el día que nos veamos bastarán tres minutos para enviarte señales (y que las veas). De ellos, al menos dos y medio estaré callada. Volverás a reconocerme en mi silencio. Te lo prometo. Soy una versión mejorada.
No sirve de nada que te duela el pasado.
1 comentario:
Me quedo con tu última frase: la qué le da sentido a todo el post. La qué dice así: No sirve de nada que te duela el pasado.
y es que, amiga, siento decirte que estás equivocada, qué te duela el pasado si sirve. Sirve para hallar respuestas, para aprender de lo vivido, de lo ya "hecho" o de lo "no hecho". Sirve para tirarse a la piscina, sin darle muchas vueltas, a si ésta estará llena o vacía.
Porque para gente como tú, amiga, siento decirte, qué siempre estará llena, aunque a veces, pienses qué no, o te encuentres en la más profunda soledad.
Un abrazo.
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