No sé si este año es un paréntesis en mi vida, o con este año cierro el paréntesis o “qué sé sho?”, pero bueno, hacía mucho que no me pasaba por el blog (por éste) a contar un trocito de mi vida…y es que así a lo tonto y como quien no quiere la cosa (o quiere mucho) casi todo ha cambiado. Soy muy feliz en Buenos Aires. Tengo días buenos, días malos, días regulares, y todos, absolutamente todos, me despierto encantada de la vida (capaz que si estoy enferma no me levanto con muy buena cara pero…son los menos). La ciudad adquiere su propio protagonismo, comienzan a aparecer los lugares comunes que uno siempre tiene en su hogar…así que soy muy afortunada por tener un hogar aquí también, en el otro lado del mundo. Y me siento muy orgullosa de mi voluntad de crearlo, y no dejarme llevar por el espíritu “Erasmus” que contagia a todo el mundo.
En todo este tiempo he conocido a mucha gente, tanta como para darme cuenta de que en la vida no vine a hacer contactos sino amigos. Así que he conocido a muchísima gente y algún amigo. Incluso de aquellos que parece que han estado ahí siempre. También he conocido a muchísimas chicas, más incluso de las que cuento: y bajo este cielo…hay de todo.
Me hacen sonreír especialmente los que han estado ahí y que siguen estando desde hace años buscándome de la forma y a través del camino más estrambótico, qué formas más raras tiene la vida de separarnos y unirnos con hilos...inexplicables a veces.
Me doy cuenta de que no tolero la ignorancia, ni el politiqueo demagogo (no hablemos una mezcla de los dos anteriores), ni el buenrollismo porque sí, las hipocresías y, por supuesto, la mentira. Supongo que en el fondo mis intolerancias habituales pero…qué bueno respetar las tradiciones también acá.
De qué hablábamos, sí…los porteños, las porteñas, gente que con un “ya fue” te declara una forma de entender la vida y con un “y si” puedes medir si de verdad le importas.
Pero no todo es bonito ni maravilloso. A 10.000 kilómetros se suceden noticias malas. No, no es la deuda soberana, ni los rescates financieros, ni siquiera las reformas laborales, o los recortes. Me preocupan los graves problemas de salud que me encuentro cerca (todo el “cerca” que 10.000 km pueda ser). Me preocupa no estar ahí físicamente, por mucho que esté cibernéticamente, o a través de un teléfono. Madrid, mi Madrid, me duele mucho. A veces son lágrimas que aparecen en mitad de la oficina y que tengo que ocultar con un “vaya, se me ha salido la lentilla” que mi compi no se cree, otras veces lo noto porque somatizo …. . La última vez que somaticé con algo que me pasaba fue con el máster el año pasado. Y esta vez, ahora, … este mes de marzo... es muy difícil. Tomas aire para respirar y no ahogarte pero a veces...pues eso, es muy difícil.
Este año par han nacido proyectos nuevos, que iremos haciendo crecer poco a poco con la voluntad de todas las partes. No comento más y toco madera, pero va a ser muy bonito. 2012 es un año que si tuviera que definir, diría que es el año de las personas. Las que me acompañan en un bar, Stella en mano, discutiendo sobre las matemáticas de la vida o sobre Cortázar, o sobre las locuras que deben hacerse (y se hacen) por amor. O de las que encienden en mí el deseo de ser alguien mejor, como un piloto de F1 que siempre quiere mejorar el tiempo de su última vuelta. Las que me enseñan que la mejor mano es la que se da, no la que se esconde. Las que me abren las puertas de su casa sin preguntar, o me ofrecen un corazón en mitad de un supermercado chino, o un abrazo en un descanso de clase que no viene a cuento, me salvan la vida casi todos los días en una vereda o me roban una sonrisa cada día. Porque esos son los más…y es que Argentina se pasa el día robándome la sonrisa.
Cuando llega alguien y me dice “te echo de menos” siento que algo he hecho bien. Y me siento muy orgullosa de ello.
Quise vivir en Madrid, en Roma y en Buenos Aires. Ahora solo soy feliz. Tened cuidado con lo que deseáis.
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