Al comenzar el año, siempre me asaltan las mismas ideas, compromisos personales que llevar a cabo durante los siguientes 365 días. Uno de ellos es –invariablemente- el de llevar una agenda personal (entronca también con varios axiomas de productividad personal y en el trabajo que intento seguir con desigual fortuna).
El año pasado me compré una en el vips, pequeña y naranja (la perfección). Para este año compré una un poco más grande (sin llegar a ser Moleskine), que llevaba a todas partes aunque no estaba usando tanto como querría.
En Sicilia, en noviembre, adquirí una agenda del museo de arte contemporáneo de Palermo, que huele “raro” y es bastante grande, pero a la vez es negra y naranja y tiene un montón de espacios en blanco con fondo naranja.
El otro día se me abrió un bote de Nenuco (ya sabéis, la fragancia que sirve para tapar el olor a cigarrillo y fritanga del bar de viejos donde desayuno habitualmente), y la agenda se echó a perder. Salvé los cumpleaños como pude, y mientras se me desteñía el negro en las manos tuve que tirarla a la basura.
He buscado una agenda nueva, pero ya no las venden en muchos sitios. Todavía me queda mirar en el corte inglés, a ver si encuentro la misma del año pasado.
Así que de momento me quedo con la siciliana, en la que ya voy dejando pequeñas historias personales, como fotos de carnet, un trocito de Tristano muore, una poesía muy antigua o resultados de fútbol para subir el ánimo.
El año pasado me compré una en el vips, pequeña y naranja (la perfección). Para este año compré una un poco más grande (sin llegar a ser Moleskine), que llevaba a todas partes aunque no estaba usando tanto como querría.
En Sicilia, en noviembre, adquirí una agenda del museo de arte contemporáneo de Palermo, que huele “raro” y es bastante grande, pero a la vez es negra y naranja y tiene un montón de espacios en blanco con fondo naranja.
El otro día se me abrió un bote de Nenuco (ya sabéis, la fragancia que sirve para tapar el olor a cigarrillo y fritanga del bar de viejos donde desayuno habitualmente), y la agenda se echó a perder. Salvé los cumpleaños como pude, y mientras se me desteñía el negro en las manos tuve que tirarla a la basura.
He buscado una agenda nueva, pero ya no las venden en muchos sitios. Todavía me queda mirar en el corte inglés, a ver si encuentro la misma del año pasado.
Así que de momento me quedo con la siciliana, en la que ya voy dejando pequeñas historias personales, como fotos de carnet, un trocito de Tristano muore, una poesía muy antigua o resultados de fútbol para subir el ánimo.
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